Crece
la corriente de expertos y padres que se quejan por el exceso de deberes para
los niños.
Uno de los alumnos formula un sistema
que consiste en ayudarse unos a otros, pero de una forma desinteresada, lo que
desencaden cambios positivos e inesperados.
Esta iniciativa, plasmada en la
ficción, es un ejemplo al que recurre Julián de Zubiría, experto en pedagogía y
rector del colegio Alberto Merani, de Bogotá, para mostrar cómo las tareas o
deberes escolares, que para el criterio de algunos son inútiles y excesivos,
pueden plantearse con propósitos verdaderamente formadores.
De Zubiría considera que si, por
ejemplo, a los alumnos se les pidiera pensar en soluciones para la infinidad de
problemas que ellos y la sociedad tienen, “ayudaríamos a formar individuos más
creativos, que es una de las metas en las que la educación sale hasta el
momento peor evaluada”, explica. Sería, a su juicio, una forma de reemplazar
las tareas tradicionales (planas, maquetas, elaboración de disfraces y
ejercicios repetitivos o excesivamente complicados) en torno a las cuales hay
debate permanente, por las dudas sobre su real aporte al proceso educativo.
Los padres de familia se quejan por
la cantidad de asignaciones con que los colegios cargan a sus hijos, y en cuyo
desarrollo –no en pocas ocasiones– tienen que intervenir ellos.
Tanto se ha discutido al respecto que
en Colombia, en el 2012, un senador presentó un proyecto de ley para que los
planteles no les dejaran tareas a los niños, con el fin de que estos destinaran
este tiempo a actividades lúdicas. Sin embargo, la iniciativa no fue aceptada
por el Congreso.
La propuesta no es nueva. De hecho,
hay estudios y expertos en educación que sugieren eliminar las tareas
tradicionales, porque consideran que carecen de propósito y de
retroalimentación por parte de los profesores. Una reciente investigación de la
Universidad de Sídney (Australia) concluyó que las tareas escolares que los
profesores dejan a sus alumnos para hacer en casa son demasiadas y tienen
escaso valor académico, por lo que proponen que los maestros desarrollen un
plan de deberes antes y durante el curso escolar. Otros análisis van más allá e
incluso las vinculan con el clima familiar. Así lo señala un estudio publicado
en el American Journal of Family Therapy, que encontró que “el estrés familiar
se incrementa a medida que aumenta el peso de los deberes y disminuye la
percepción de los padres sobre su capacidad de ayudar”.
Sus autores afirman, además, que un
niño que esté en los primeros cursos no debería pasar más de 10 minutos diarios
haciendo tareas, que los alumnos de grados medios no deberían superar los 70
minutos, y los de últimos años, 120 minutos.
No pocos padres critican, además de
la carga excesiva de tareas, que en ocasiones estas sobrepasan las capacidades
de sus hijos, por lo que ellos mismos deben sacrificar tiempo de descanso y
familiar para hacerlas con ellos. Ese es el caso de Andrea Forero, quien se
queja de que hace poco a su hijo Santiago, de 3 años, le dejaron de tarea la
elaboración de un sistema solar en icopor.
Andrea Linares, mamá de dos niños que
cursan primaria, también cuenta que debe sentarse a hacer tareas con ellos cada
día, al final de largas jornadas laborales, que empiezan en la madrugada. “Con
mucha frecuencia estas tareas son tan complejas para Laura y Nicolás que tengo
que asumirlas también; no es raro que me dé la media noche haciendo deberes
que, así lo siento, el colegio me asigna a mí, no a ellos”, señala.
Las tareas pesadas y aburridoras
pueden, asimismo, acarrear un efecto perverso, a juicio de Alfie Konh,
reconocido crítico del sistema educativo de Estados Unidos, en su libro El mito
de los deberes. En él, asegura que “la falta de interés de los niños por las
tareas los lleva a adoptar una actitud negativa hacia el colegio y el
aprendizaje en general; diría que las tareas son el principal y mayor extintor
de la curiosidad infantil. Queremos niños completos, que se desarrollen social,
física y artísticamente, y que tengan también tiempo para relajarse y ser
niños”.
No hay que satanizar
Los expertos coinciden en que no hay
que satanizar las tareas. Un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid, en
el que participaron 5.603 alumnos de 98 escuelas de Bolivia, Chile, Colombia,
Cuba, Ecuador, España, Panamá, Perú y Venezuela, demostró que los deberes sí
mejoran el rendimiento escolar, “pero si son revisados y corregidos en el aula,
y si hay una asignación diferenciada para los alumnos con menores desempeños”.
Para Julián de Zubiría, las tareas
son esenciales para consolidar lo aprehendido, para favorecer el desarrollo de
los procesos y para reorganizar y diferenciar los conceptos, las actitudes y
las competencias adquiridas. Por ello, para él son irremplazables, y advierte
que el problema no son las tareas, sino el tipo de cosas que se les asigna a
los estudiantes. E insiste en que los deberes que no tienen sentido, porque no
aportan nada o desbordan la zona de desarrollo de los niños y que, por
consiguiente, tienen que ser asumidos por los papás, “deberían eliminarse”.
Estimular el aprendizaje
A finales del siglo XIX surgió en el
mundo una corriente progresista de la educación denominada escuela nueva, cuya
premisa principal es que el aprendizaje se dé por el contacto con el mundo y
con base en la práctica.
Por eso, impulsa las actividades
libres para desarrollar la imaginación de los estudiantes, pero su mayor aporte
es que estas se deben realizar con base en los intereses de cada niño.
Así, critica la educación
tradicional, afirmando que usa métodos mecánicos, que crea robots y no seres
pensantes.
Pues bien, pese a que son pocos, en
Colombia, hay colegios que siguen la línea pedagógica de la escuela nueva, que
no solo van en contra de dejar tareas por dejarlas, sino que su espacio de
aprendizaje trasciende las cuatro paredes de los salones o incluso de la misma
institución.
En el colegio Montessori, por
ejemplo, a veces se envían a la casa una cantidad de desafíos para el hogar,
prediseñados para cada grupo de edad en la clase. Los niños tienen una semana
entera para completarlos. Cuando concluye la semana, los maestros generalmente
se sientan con los estudiantes para analizar lo que funcionó, lo que les gustó
y lo que les resultó difícil o muy cansador.
“Dependiendo del nivel en el que está
el niño, los deberes incluyen generalmente algo de lectura, búsqueda de
información, escritura y algo tangible para concretar”, explica el manual de
convivencia de la institución.
Entre tanto, en el colegio Unidad
Pedagógica la metodología de enseñanza de los más pequeños se desarrolla con el
Proyecto Integrado en Aula de Clase, que se aborda desde los intereses de los
alumnos.
En el Jardín Párvulos, según su
coordinadora académica, Margarita Giraldo, nunca dejan tareas para la casa,
pues son conscientes de que los papás las hacen, pero además enfatiza en que el
tiempo en casa es para la unión familiar. “Los niños están acá todo el día, y
el tiempo que están en sus casas lo pueden aprovechar para compartir con sus
padres, quienes, a su vez, están todo el día trabajando”, indica. La pedagoga
agrega que con la metodología del jardín se busca estimular a los niños
mediante juego, arte y ciencia. “Acá no hacen planas ni palitos ni bolitas; a
cambio reciben yoga y estimulación extrasensorial, entre otras actividades”,
dice.
TATIANA LIZARAZO CORREA
Redactora de EL TIEMPO
Redactora de EL TIEMPO
www.eltiempo.com/estili-de-vida/educacion/tareas-para-los-niños
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